lunes, 26 de diciembre de 2011

"Paseos con mi madre", Javier Pérez Andújar


Miau, miau, mucho miau con la tercera novela de Pérez Andújar.
Y es que encima la he leído yendo a Barcelona en tren desde la periferia, esa fue mi premisa y mi decisión. Leía sobre San Adrián mientras pasaba por las 3 chimeneas y todo cobraba más sentido aún.
Ante todo el estilo, el fluir de las palabras, la musicalidad del texto. ¡Javier es un poeta, qué duda cabe! Un ritmo delicioso te mece entre fábricas, chabolas y autobuses en un periplo poco nostálgico pero emocionante con el joven Javier, que primero pasea con su madre por el Besós, luego estudia Filología en Barcelona, y más tarde se topa con polis, amigos varios, fantasmas del pasado y algunos del futuro. Una dulce música acaricia las frases, como si Javier hubiera escrito sobre el pentagrama de una seguidilla o una soleá.



Y luego Barcelona.
¡Si es que tiene narices que los de fuera solemos verle más y mejor las costuras a una ciudad que no es la nuestra! Bueno, ni nuestra de ni de nadie. Nosotros somos de los bloques, de los bares y de la gente.
Tiene este libro algo del ritmo frenético, abrasivo, punzante del Céline de “Viaje al fin de la noche”, o al menos así lo veo/leo yo. De crónica canalla de aquellas revistas de los setenta (Vibraciones, el primer Popular 1, Ajo Blanco), de viaje quijotesco, de película de José Antonio de la Loma, de sainete y de denuncia. Emociona especialmente el episodio del desastre en la fábrica de las tres chimeneas y esa mala gestión de todo en general. Uno lee todo lo que cuenta Javier y ve a un país que quiere salir de una pesadilla y no sabe cómo. Un país que no ha sabido condenar un pasado deplorable, que sigue con el lastre del miedo, la cobardía, el “peor es meneallo”, la desgana y el mal gobierno. Y da lástima que sea así.



Yo he paseado bastante por la periferia, me he buscado mucho la vida por ahí y por allá, y doy fe del semblante que se te queda, de las cosas que ves, las personas que te hablan y las que te dan la espalda. Luego llegas a la ciudad y los árboles no te dejan ver el bosque, y siempre hay más cera que la que arde, y las luces y los gozos y las sombras vienen con trampa y cartón.
Miau, Javier Pérez Andújar, por escribir un libro así de especial.


jueves, 15 de diciembre de 2011

"El horizonte", de Patrick Modiano



Patrick Modiano es un escritor de sí mismo. Sus referencias, sus autorreferencias, su París tan personal, como congelado en el tiempo, sus personajes tan misfits, me gustan.
No me encantan, pero me gustan. Su estilo es sencillo, cercano pero incisivo. Es un escritor de la melancolía, y la sabe transmitir muy bien. No puedo evitar pensar siempre en el cine de la Nouvelle Vague, al que tanto me remiten escenas suyas de todas las novelas que he leído de él. Y no puedo evitar pensar siempre en “Un pedigrí”, la novela más autobiográfica de Modiano.
En “El horizonte” volvemos a encontrarnos con personajes esquivos que buscan preguntas en el pasado, rascan la superficie de sus propios sueños e intentan buscar alternativas a acciones y decisiones tomadas tiempo atrás. Me gusta cómo juega con el tiempo, para mí éste es el acierto máximo de la novela, escrita hace tan solo un año. No es fácil saltar adelante y a tras con un estilo tan parco como el de Modiano. Sale más que airoso con este juego elíptico y paralíptico. Back and forth. Fast and forward. Miau.



Luego están los personajes, muy “marca de la casa”, encontrándose y desencontrándose en múltiples ocasiones. No pude evitar pensar en Anna Karina como la actriz que daría el físico para la protagonista, Margaret Le Coz. Me gustan las mujeres que retrata Modiano en general, tan etéreas, tan francesas, tan inseguras y a la vez portentosamente fuertes. Una escena me dio miedo: la del encuentro de Bosmans con su madre. Miedito. Y luego ese egipcio enigmático, el tal Boyaval (casi, casi un tipo que podría aparecer en una negra novela de Fred Vargas, como mínimo), la librería de ciencias ocultas y varios momentos de tensión que me parecen muy bien narrados. No es mi libro favorito del autor francés, pero viene a ser otra vuelta de tuerca en el personalísimo -y poco sorprendente- universo Modiano. ¡Miau!
Edita Anagrama.

Leyendo "El horizonte" con horizonte de fondo

lunes, 14 de noviembre de 2011

"Bug - Bicho", de Miguel Ángel Martín"

Adviértase el detalle metalingüístico de la foto...

Asqueroso. Maravilloso. Desagradable. Adorable. 
Miguel Ángel Martín me encanta. Desde que tuve entre mis garras aquél "RubberFlesh" y toda su "obra grunge" sabía que sería un grande entre los grandes. Más leído allende los mares que por nuestros lares, Martín no se anda con chiquitas a la hora de plasmar su enfermizo imaginario, digno del Cronenberg más hardcore. Siguió dibujando en la década de los noventa, y también guionizando piezas teatrales y algún que otro cortometraje. Pero entonces llegó "Brian the Brain" y su obra se dió a conocer al "gran público". 

Yo también soy un pedazo de bicho...

A mí es que su trazo, sus personajes, su narrativa me deja absolutamente alucinado, y lea lo que lea de él, se me queda días y días dando vueltas en mi felina cabeza. "Bug" eran historias cortas, sin palabras, que venían a completar las páginas de los cuadernillos del citado "Brian The Brain"editados entre 1995 y 2003 por La Cúpula. La inquieta editorial Reino de Cordelia ha tenido a bien publicarlas independientemente, y aquí estoy yo para alabarlas. En "Bug" encontramos a esos diminutos amiguitos llamados parásitos, microbios, gusanos, bichos microscópicos que viven su larvaria vida en nuestros cuerpos, nuestros alimentos y nuestros fluidos. Diez historias cortas y una galería de asquerosos microorganismos que comen, muerden, rasgan, vomitan, segregan y patean su micromundo con el único fin que compartimos todos: la supervivencia. Sin palabras, sólo Miguel Ángel Martín

Aquí pretendo disimular, pero el mordisco a "Bug" se ve a la legua...

domingo, 6 de noviembre de 2011

"Ventajas de viajar en tren", de Antonio Orejudo


Ventajas de tener largas patitas

Me habían hablado soberanamente bien de este autor de resonante apellido. Muy bien, vamos.
Y ha sido abrir esta fresquísima reedición de Tusquets y disfrutar como un loco con el ritmo, el humor, la inteligencia, la crítica mordaz, el estilo y la gracia que Orejudo insufla a los quijotescos personajes que pueblan este  libro-prisma. Hablamos de siete capítulos o historias cortas aparentemente independientes pero con nexos esquizofrénicos (y esta palabra no es casual aquí) que harán las delicias de más de uno.
Comienza el libro con "El casamiento engañoso" y la sonrisa se ladea desde la primera proposición. Le siguen "Las personas",  con la Feria de Frankurt y una editora muy especial, y volamos justo después con "Coprofilia", magistrales ambos en su composición. Me quito el sombrero gatuno ante "Depresión postesquizofrénica", posiblemente la mejor historia de un escritor español que he leído en mucho mucho mucho tiempo. Sublime, certera, muy Haneke meets Berlanga cinematográficamente hablando, perfecta. Continuamos con "Transtorno paranoico de tipo somático", "Acatisia" y el cierre redondo con el homónimo "Ventajas de viajar en tren" y la demostración de cómo algo que parecía casual, arbitrario, tirando a (de nuevo) esquizofrénico, se cierra con un broche de auténtico maestro. 


Ventajas de leer (y descansar) en cualquier parte (y de cualquier manera)


Locura, lucidez, suplantación de personalidad, identidades cruzadas, caca, culos, basuras sabiamente guardadas, sexo extraño, perros y comerciales de enciclopedias, Orejudo es brillante, un maestro de las palabras y de personajes inolvidables como Helga Pato, Martín Urales de Úbeda, Ander Alkarria y Míchel. Y Galapagar, y los trenes, esos maravillosos trenes que no son más que las sinapsis cerebrales de este cuadro de personajes que conforman un delirio lingüístico de mucho enjundia, una recomendación para todo amante de la literatura con mayúsculas, un regalo para cualquier club de lectura, un obra ante la que sólo puedo maullar incesantemente. 
¡Bravo, miau, Orejudo forever!


¡Yo también soy Orejudo!

lunes, 31 de octubre de 2011

"The New Ghost", de Robert Hunter


Llegué a este cómic por mi olfato, y tengo que decir que agradezco este agudizado sentido felino que me viene de serie porque no falla nunca. Motivos por los que leer "The New Ghost" de Robert Hunter:

Porque huele muy bien. Estos londinenses saben lo que se hacen, trabajan con buena celulosa, buena tinta y mejor imprenta. Bravo por despertar en mí sensaciones viejas para cómics nuevos.

Porque las medidas de éste cómic: 17X23cm, son ideales.

Porque leyendo la historia de Robert Hunter he vuelto a mi infancia, no por la trama o los personajes o cierto regusto por lo vintage sino por la manera en que me la cuentan.

Por el precio.

Porque Nobrow tiene desde ya un fan acérrimo que ha adquirido el resto de títulos.

Total fan

Porque un cómic con colores fríos tan cálidos, azules maravillosos y dulces fantasmas tiene los ingredientes necesarios para lanzarme sobre él.

Porque el giro final no es tal. Y sí lo es. Y... bueno, ya lo leeréis.

Porque la premisa de publicación de Nobrow me gusta: "(...) a new graphic short story project designed to help talented young graphic novelists tell their stories in a manageable and economic format (...)".

It looks like a new ghost is coming...

martes, 25 de octubre de 2011

"Bibliomanía", de Gustave Flaubert


¡Me gusta esconderme tras los libros!

Precedido de "La leyenda del librero asesino de Barcelona", de Ramon Miquel i Planas, este divertimento, este juego adolescente del gran Flaubert me ha hecho pasar una tarde lluviosa entretenida. Hablamos de un ejercicio que el profesor de Retórica de Flaubert le encargó para publicar en una de las revistas literarias francesas del momento (Le Voleur) cuando éste tenía tan solo quince años, y ya empezaba a despuntar como narrador.
Por aquellos tiempos se oía hablar de un librero asesino que tenía su librería en el barrio gótico de Barcelona. Fantasías aparte, parece ser que de esos había muchos en la ciudad mencionada, y los rumores de historias macabras, libros robados, homicidios entre estanterías y subastas deshonestas eran abundantes. Esto llegó a oídos de Flaubert y de su profesor, y el segundo animó al primero a forzar un cuento al respecto.


Es mío, mi tesoro...

La historia, por lo tanto, no tiene más miga que la que podría tener un episodio tirando a light de cualquier novela negra de cualquier autor mediocre. Hablamos de un Flaubert teenager, que probaba su estilo y jugaba con las palabras y las tramas. Exceptuando una escenita de cierta violencia incómoda y hasta cierto punto cinematográfica, el resto está bien, pero poco más.
Previa a la historia "Bibliomanie"del citado Flaubert, encontramos en este mini-volumen editado por José J. de Olañeta (que no tiene web y cuyo nombre remite indefectiblemente a un editor extraño, muy adecuado al libro al que me estoy refiriendo) la historia  titulada "La leyenda del librero asesino de Barcelona", firmada por Ramon Miquel i Planas, ciertamente mejor escrita que la del francés internacionalmente conocido. Aquí conocemos al librero Vicente, un arisco personaje que puede llegar a matar -y mata- por poseer un libro que no tiene. No contaré más, pero diré que Zafón seguro que conocía esta historia y...miau, miau, requetemiau!


¡Chinpúm, leído en media horita!

domingo, 23 de octubre de 2011

"Baby´s in Black", de Arne Bellstorf



Fan como soy de los Fab Four, era imprescindible que este cómic acabara en mis garras.  Editado por Sins Entido y con un diseño y una portada llamativos, caí rendido enseguida ante sus encantos. 
Llegué a casa y lo abrí. 
El autor alemán, Arne Bellstof, tiene un estilo entre linea clara francesa y un toque naïve, pero bajo mi punto de vista adolece de serios problemas: 
Las caras de los personajes no son identificables. Los hombres tienen casi todos la misma expresión (y mira que los miembros de The Beatles son perfectamente identificables se mire por donde se mire) pero sus rasgos no acaban de dar la talla a lo largo de las viñetas.
La historia, por todos conocida, se remonta al origen de la banda de Liverpool, sus primeros escarceos en Alemania y lo que fue el comienzo de algo que derivó en la mayor banda del pop de los años sesenta.
Pero la historia se centra -y eso me parece un acierto- en la relación entre el primer bajista Stu Sutcliffe y la fotógrafa Astrid Kirchheer. Él dejó la banda antes de que la cosa explotara, ella acabó definiendo la estética mod de John, Paul, George y tantos y tantos grupos que crecían en aquellos efervescentes momentos. Un visionaria, un chica con gusto y vista, con estilo afrancesado, con sensibilidad.
La historia es interesante, pero no llega. No sé si es el planteamiento, el ritmo o el dibujo. O quizá todo a la vez, pero la cosa no acaba de arrancar. Los golpes dramáticos -que son unos cuantos- no tienen pegada. Quien haya leído "Shout", de Philip Norman (yo lo hice hace ya mucho tiempo), conocerá la historia, y sabrá que hay verdadera miga para sacar a relucir.
¡Y mira que son adorables las caritas de las chicas que aparecen en la historia! ¡Y los trajes de los Beatles y su transformación de rockeros salvajes de Inglaterra a modernos ye-yé de una Alemania post-guerra! 
Pero no, esta vez no he sucumbido ante los aparentes encantos de una novela gráfica prometedora.
Es una cuestión de intensidad, de darle a los personajes la misma tensión que el momento les confiere.
Ay, cómo lo siento. Miau, miau.


viernes, 7 de octubre de 2011

"Un hombre que duerme", de Georges Perec



Es este un libro incómodo de leer, pero ya tengo el truco: leerlo del tirón en una única sesión. Así entra mejor y corresponde al ritmo de la escritura del propio Perec, un delirio de sustantivos, descripciones milimétricas y reflexiones obsesivas del protagonista.
¿Es la inactividad la solución a algo? ¿Podemos decidir cualquier día de nuestras vidas dejar de hacer todo lo que se supone que hay que hacer y simplemente let it go?
El protagonista de esta novela se ausenta de día y renace de noche, paseando por un París fantasmagórico que le sirve de escenario balsámico a su angst.
No sé, pero me ha parecido algo teenager en su concepción como novela del no-hacer, del buscar un espacio en la vida, del “I don´t belong here” que exuda cada frase de Perec.
Mientras lo leía pensaba en una migraña de las chungas, una de esas que te convierte en un despojo de ti mismo y te hace ver las cosas con un enfoque ciertamente distorsionado y a la vez meridianamente claro. Un dolor agudo en la parte frontal de la cabeza afectando a la visión, impidiendo cualquier avance de tus pensamientos, anclándote en un bucle observacional obsesivo, enfermizo, delirante. La novela es un poco eso, creo yo, pero aún así me ha gustado. “Prefieres ser la pieza que falta en el rompecabezas".

Un gato que duerme sobre "Un hombre que duerme"

Este hombre que duerme se siente poco hecho para vivir, cosa muy humana y muy gatuna también. ¿No es todo una absurda broma? Un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y furia, que no significa nada?  Sorprende un poco el uso de la segunda persona, a veces imperativa, a veces apelativa, siempre cercana. Parece este protagonista como un corcho a la deriva en un mar de foutaises y nonsenses.


Yo también duermo mucho

Imbuida de tristeza y amargura, “Un hombre que duerme” se convierte en una gran reflexión escrita y vivida en una buhardilla parisina y luego en las calles oscuras de la ciudad de la luz, una soledad buscada, un peligroso aislamiento que anticipa a los hikikomori del Japón actual, un no-quiero-seguir muy existencialista. El protagonista reducido a lo que vive, observa, toca, no a lo que pasa por su cabeza. El hombre como una corriente alterna, un devenir. Estamos de paso.
¿Un ejercicio de estilo? Siempre, con Perec siempre. Miau, remiau y más miau.


viernes, 23 de septiembre de 2011

¡Salgo en la revista Qué Leer!


Sin comerlo ni beberlo me he visto retratado en la revista Qué Leer este mes de septiembre.
¡Miau! Corro a decírselo a todo el vecindario, estoy muy contento, amigos.

domingo, 11 de septiembre de 2011

"La nieta del señor Linh", de Philippe Claudel




Remiau con Philippe Claudel y su estilazo depurado, directo, minimalista en esta breve e intensa novela con trampa final. No, no diré nada al respecto -odio los spoilers- pero hay trampa y cartón del bueno.
Linh es un anciano de algún país de Oriente (creo que Vietnam o Laos o Camboya) que se ve obligado a salir del mismo debido a una guerra que ha acabado con su familia y su aldea.  Llega entonces con un grupo de refugiados en barco a una ciudad occidental enorme, posiblemente New York o Paris o cualquier ciudad grande, y se instala en un piso de acogida. Con él sólo lleva a Sang Diu, su nieta, la nieta del señor Lihn. Su lucha por mantenerla a salvo, cuidarla, alimentarla y adaptarse juntos a un nuevo mundo hostil se convierte en el leit motiv de esta novela, que admito haber disfrutado a pesar de su "engaño". El señor Linh encuentra entonces al señor Bark, una especie de escudero (¿su propio Sancho Panza?) que le acompañará hasta el final en su lucha por evitar ver molinos donde ellos creen ver gigantes. Una relación sencilla, directa, incomunicativa y fructífera como tantas que podamos imaginar. 



A pesar de su intensidad, una siestecita a media lectura la puede disfrutar cualquiera, ¿no?

Y luego un cambio, un asilo, una escapada y un acc... no. Me callo. El final me lo callo. Una novela sobre la pérdida, la amistad, la necesidad de apego y el abandono involuntario de lo que te une al mundo, si es que te une algo. ¿No somos acaso todos unos refugiados? ¿Unos autómatas? ¿Unos gatos vagando de tejado en tejado? 
La identidad: ¿pero qué demonios es eso? 
Señor Claudel, es usted tendencioso pero buen escritor, muy bueno. ¡MIAU!
Edita Salamandra.


Me postro ante los escritores sagaces como Claudel

domingo, 28 de agosto de 2011

"El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento", de Georges Perec




Confieso que compré el libro por ese magnético y atractivo título, el diseño de la cubierta y el tamaño. Todo era tan adorable que no pude resistirme. 
Y además Perec, del que sólo había leído "Lo infraordinario" y vaya si me gustó.
Aquí tenemos un ejercicio de estilo Oulipiano cien por cien Perec, un laberinto en forma de desafío lingüístico que la editorial La Uña Rota ha editado por primera vez en castellano, en su colección Libros Robados. ¿Y en qué consiste el juego técnico del autor francés?
Todo viene de un organigrama -incluido en el meridiano del libro- en el que se trazan linealmente todos los caminos posibles que tiene un empleado cualquiera de una empresa cualquiera para solicitar a su jefe (de servicio) un aumento de sueldo. Imaginad lo kafkiano del tema: alternativas, hipótesis, what if, decisiones tomadas y no tomadas, tentativas fallidas y logradas, idas y venidas, logros y fracasos. ¿Os suena de algo? Sí, la vida real…

Pues bien, el libro está planteado de la siguiente manera: la primera parte -correspondiente al texto titulado  "El aumento"-, es precisamente todo ese entramado de dimes y diretes del empleado hacia el despacho del jefe, escrito en forma perecquiana, frase va frase viene, hasta la página 88. Luego tenemos el organigrama, ininteligible o no, depende cómo se vea o se lea. Después, ya narrado en texto corrido, el texto completo titulado "El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento", donde volvemos a encontrarnos con lo mismo de antes pero con un estilo absolutamente vacío de signos de puntuación y marcas de cualquier clase. Todo a renglón seguido, para quedarse sin aire, para palpar aún más si cabe la asfixia de un acto asfixiante de por sí. 


¿Se podrá leer a Perec al revés? Fijo que sí.

¿Alguien ha pensado en "El Proceso" o la misma "La metamorfosis" del enorme Frank Kafka? Pues yo también.
Debo decir que soy muy amigo de los juegos de palabras en general, de todo lo que Lewis Carroll nos enseñó con "Alicia a través del espejo" (infinitamente mejor que "Alicia en el país de las maravillas", pero eso es otra historia y deberá ser contadas en otra ocasión) y de cualquier autor que intente estirar o comprimir las palabras, jugar con ellas, darles nuevos y viejos sentidos, desentrañar una nueva manera de escribir y, por ende, de leer. Cortázar, Cabrera Infante, Calvino: os quiero. Miau.
En el posfacio de Pablo Moíño Sánchez -que también traduce el texto íntegro- se nos explican las vicisitudes por las que ha pasado el texto, la traducción y el destino final de este divertimento de Perec. (aprovecho para decir que mi procesador de textos del ordenador convierte Perec en Perece, cosa que seguro le encantaría a Perec). También nos describe el Oulipo desde sus orígenes (Queneau, etc…) a sus derivaciones, etc... 
Más miau.

Un pequeño consejo de lectura: no penséis que al finalizar esta pequeña joyita obtendréis alguna clave, por peregrina que sea, para saber cómo acercarse a ese ente empresarial llamado "jefe" y pretender que os aumente esa otra quimera empresarial llamada "salario". No. Nada más lejos. Remiau.


¡Byron mira a cámara!

martes, 23 de agosto de 2011

"Los malvados de Battersea", de Joan Aiken



Este libro huele bien...

Alucino con Joan Aiken porque -shame on me- no sabía de su existencia y me ha encantado descubrirla y leerla. Más vale tarde que nunca. Aiken es una autora inglesa nacida el 4 de septiembre de 1924 en Essex, pelirroja y de fuerte carácter. Su padre -nacido en Boston- fue el renombrado poeta americano Conrad Aiken (laureado con un Premio Pulitzer), y su madre, Jessie McDonald, canadiense de nacimiento, también se dedicó a la escritura y la docencia. Joan realizó trabajos como bibliotecaria, correctora y editora. Colaboró con la BBC y la ONU, y en cuanto se puso a escribir ficción, el éxito llamó a sus puertas. En su web he leído mil anécdotas interesantes de ella y su familia. Vale mucho la pena darse una vuelta por allí.


Este libro sabe bien...

A lo que iba: me compré "Los malvados de Battersea" sin saber que era la segunda parte de la saga de los lobos, conocida oficialmente como "Wolves Chronicles". La primera parte, "Los lobos de Willoughby Chase", cayó dos días después; pero por esas cosas extrañas de la vida, leí primero el segundo.
Esta saga está ambientada en una Inglaterra del siglo XIX con algunos cambios distópicos en la línea "What If" muy interesantes: gobierna un rey Estuardo, manadas de lobos hambrientos campan a sus anchas por toda la isla y, por supuesto, los hannoverianos enemigos del rey quieren destronarlo a cualquier coste.
Me ha gustado mucho. Ha habido días, I must say, que volvía de darme una vuelta por el barrio y lo primero que hacía, incluso antes de refrescarme y lanzarme a la sexta siesta de la jornada, era abrir el libro y no parar hasta que mis amos me venían a acariciar y esas cosas de los amos. Me gusta mucho el ritmo de Aiken, su toque americano en la trama. ¿Será porque sus padres no eran ingleses? 
Me explico: a pesar del humor inglés que Aiken se gasta, a pesar del bagaje cultural tan europeo que lógicamente posee la autora, tiene una capacidad de síntesis, de pensar en imágenes, de narrar muy cinematográficamente cien por cien americana. Simon y Sophie pasan a ser mis personajes favoritos del mes. Y Dido...en fin, no puedo decir nada. Dido es lo más.
No sé si la editorial Salamandra seguirá editando el resto de la saga (hablamos de doce volúmenes), pero esperamos que sea así. 
¡Miau y requetemiau por Aiken!


¡Qué bien me he quedado después de la lectura!

lunes, 8 de agosto de 2011

"Butes", de Pascal Quignard


Reflexionando con Quignard...

Siempre que abro un nuevo libro de Pascal Quignard me dan ganas de volver a aprender a pensar. A pensar como hace tiempo que no pienso. A ejercitar la reflexión y, con mucha suerte, poder escribir algo gracias a ello. Y es que este músico pensador, este filósofo pentatónico sigue siendo de los pocos que me obligan a repensar las cosas, todas las cosas. Es un erudito que huye de su erudición, un estudioso de la mitología, de las bases de nuestra cultura, del lenguaje. 
Este verano Quignard ha estado en mi mesita de noche y ahí se va a quedar porque se ha convertido en lo que fue Montaigne hasta hace poco: esa voz que me habla desde otro tiempo pero me sitúa en el mío.
En "Butes" nos habla del marinero que, navegando junto a Ulises decide abandonar el barco en un acto de entrega al mágico cántico de las sirenas, una respuesta automática, intuitiva y visceral a la música animal de esas encantadoras del mar, un "yo me bajo aquí" absolutamente sincero y no intelectual.
La música como aquello que nos acompañó en nuestra gestación dentro del vientre materno, el sonido de las olas, del elemento líquido, el primer sonido que escuchamos jamás.
¿Es Butes un insensato? ¿Un hombre de poca fe? ?Un desertor, un cobarde? 
Preguntas improcedentes todas.
Butes es un hombre que responde a una llamada exterior-interior, un apasionado.
Dice Quignard: "¿Qué es la música originaria? El deseo de arrojarse al agua".


¡Ñam Quignard!

Y el autor navega por mares de pensamiento, de palabras y su etimología, por Schubert, por Homero, Hesíodo, Apolonio y Safo y Séneca, Plutarco y Blanchot. Y nos dice que Butes es un personaje-intruso, un secundario de lujo que el lector de "La Odisea" pasará por alto en pos de una trama de aventuras que lógicamente debe seguir su curso. Pero Butes es la bisagra que Quignard ha visto y estudiado, la palanca que le sirve para analizar concienzudamente una pasión por la música como voz interior, como llamada uterina, como fuente de vida. Muy interesante el postfacio, "Las voces del agua", escrito por mi ex profesor Miguel Morey y por Carmen Pardo.
Déjense mecer por las palabras de Quignard, por su música mental. 
Yo, cual Butes, me arrojaría cien veces ante su llamada.
Edita Sexto Piso. ¡¡¡Meow!!!


No sé si Butes se lanzaría desde mi balcón...

sábado, 30 de julio de 2011

"Padres e hijos", de Iván Turguénev

                                                                       Nihilism rules

Los jóvenes nihilistas Arcadi Pétrovich y Evguéni Vasílievich Bazárov visitan al padre y al tío del primero con la intención de quedarse una temporada en la finca. Pronto, los principios antisistema y la punzante y explosiva personalidad de Bazárov chocan con las de Pável Petrovich, el tío de su amigo, un hombre de rasgos aristocráticos, tanto físicos como morales. Las discusiones durante el almuerzo son de una belleza filosófica impagable. Turguénev retrata magistralmente dos naturalezas confrontadas, la voluntad apasionada de renegar de un sistema caduco, basado en "romanticismos" y formas de control obsoletas, y la visión aristocrática que no sólo defiende el sistema, sino que lo perpetua a través de su poder. Pero Ay, cuándo acecha el amor y con él Anna Serguéievna Odintsova las convicciones de estos jóvenes se tambalean menos sutilmente de lo que parece. El lector no sabe si al final Bazárov y Odintsova son unos auténticos tercos, o sus principios pesan más que sus sentimientos. Anyway, elegante e imprescindible, claro.


¿Alguien duda de que Turguénev me mola?

viernes, 22 de julio de 2011

"La última primavera", de Beuriot & Richelle




Perteneciente a la línea clara francesa clásica, esta serie escrita por Philippe Richelle y dibujada por Jean-Michel Beuriot está ambientada en Alemania y Francia durante la Segunda Guerra Mundial y los convulsos años precedentes.
Trabajo de documentación formidable, "Amores frágiles" está editado por Ed. Rossell y es el título de la saga que comienza con "La última primavera", primero de los cuatro números de la serie que se completa con "Un verano en París", "Maria" y "Katarina". A punto estuve de comprarlos en Francia hace una semana, pero esperaré (aunque el final de la primera casi me obligó a ello…). En Francia lo ha editado Casterman. No hace falta hablar del prestigio de esta editorial. ¿Premios? Muchos y de los buenos: desde el Bulle d´Or a Angouleme y los habituales del mundo del noveno arte. Visitad su blog, es muy interesante.



Los "Pros": 
Los personajes son muy potentes. Empatizas rápido con ellos, son creíbles, y eso suele ser poco habitual en los tiempos que corren. Están tratados como si de una novela clásica se tratase, y eso se nota desde la primera pincelada hasta la última. Es una historia emocionante de verdad.

Los "Contras":
El color no me acaba de convencer. Quizá demasiado tratamiento informático, quizá demasiado poco. El caso es que los tonos no respiran bien. No hay azules, no hay paleta de colores fríos muy definida. Sí, quizá es algo premeditado para ambientar la historia y tamizar el ambiente como de una película de los años cuarenta, pero bajo mi punto de vista felino, le falta brío.

No voy a explicar la trama del cómic porque no pienso chafarla. Simplemente decir que históricamente es veraz, exhaustiva y que engancha mucho. Por momentos he pensado -era inevitable- en películas como "El libro negro", de Paul Verhoeven, o incluso en "Malditos bastardos" de Quentin Tarantino, lo cual viene a decir que es también una obra muy de llevar al cine.



Muy contento de haberlo leído este veranillo que todavía no se ha acabado.
Seguiremos informando. Devolvemos la conexión a la realidad.
Miau.


miércoles, 15 de junio de 2011

"El castillo de los Cárpatos", de Jules Verne



Bien. Jules Verne. Bien y más que bien, pero sólo eso. 
Me enfrento aquí a una novela bastante desconocida del genio francés del XIX, rescatada por Alba Editorial y traducida por Elena Bernardo Gil, y recuerdo aquella eterna cantinela literaria alrededor del show and tell. Poe estaba de parte del show, pero -no nos engañemos- le encantaba la sorpresa, el giro espectacular, el cherry on top del relato, el mcguffin, algo que se diera de bruces con el lector real, que lo conmoviera por lo sorpresivo que girara por completo la cabeza del receptor de la novela.
"El castillo de los Cárpatos" tiene todo lo que ha de tener una historia redonda aristotélica (planteamiento-nudo-desenlace) con sus flash-backs, sus guiños en el primer capítulo, su desviación de la trama a medio camino y su "recuperación con guirnalda" hacia el final de la novela.
Esta es la historia de un pueblo remoto de Hungría, con sus gentes de bien, supersticiosas, miedicas, temerosas de las tradiciones oscuras de Transilvania y sus castillos abandonados, sus aullidos nocturnos y sus extraños visitantes. Buen comienzo. Luego aparece el conflicto: algo ocurre en un castillo largamente abandonado, algo que debe descubrirse, o, al menos, comprenderse y luego dejar estar. 
Hasta aquí bien también.
Más tarde aparece el elemento externo, el personaje que decide tomar cartas en el asunto y aclarar el misterio del castillo, del pueblo, de sus miedos y sus iras y sus manías. Bien también.
Y el inevitable flash back con vuelta al tiempo real de la novela, resolución, chim pum y pim pam fuego.
Entonces, ¿Qué es lo que ocurre para que no me convenza?
Pues que Jules Verne utiliza el grande finale con sorpresa y "aquello que no te iba a contar hasta el final pero tú -oh, lector- ya te imaginabas que te iba a contar" que me pone de los nervios.
¿Recordáis la típica escena de cualquier película de James Bond en la que "el malo" -casi siempre un megalómano necesitado de cariño pero sobrado de poder para gobernar el mundo- decide contarle todos sus planes maléficos "al bueno" porque ya lo tiene recluso y a punto de caramelo?
"¿Por qué?" -me preguntaba yo cuando veía esas películas. ¿Qué necesidad tiene el villano de -una vez capturado el héroe- explicarle el motivo+las causas+los efectos+el devenir del universoo cuando ellos lo hayan conquistado. ¡Es que les explican incluso su manera de escapar si las cosas se tuercen y no salen bien!
¡NOOOOOOOOOooooooooooo!
Sr Verne: si sigue utilizando los trucos del viejo narrador de historias que es, alguna vez decidiremos no leerle más porque TODO SE VEÍA VENIR DE MANERA ESCANDALOSA y los malos no explican sus artimañas cuando los buenos están escuchando detrás de una cortina. No. No, y punto. El lector no es tonto y se siente tal. Y el truco de finiquitar un buen nudo y un mejor planteamiento no debería desembocar en un catapum chimpum previsible, con licencias que se había olvidado comentar al principio y una complicidad autor-lector que debe justificarse mejor. 
Por no hablar del momento (no literal), de: "El lector estará enterado que en la época de este relato sucedían tales o cuales cosas y que su imaginación sabrá explicar que tal y cual..."NO, SR. VERNE, NO". A pesar de todo, MIAU Y REMIAU, que lo he pasado fetén hasta la resolución y tal, pero que olía como huele la raspa de pescado que mis dueños hacen ver que han cambiado cuando no es así. 



sábado, 4 de junio de 2011

"Poetas románticos ingleses", VVAA


Meow...a ver las guardas...

Tenía que ocurrir. Byron leyendo a Byron. Y a Shelley, Wordsworth, Keats, Coleridge.
En esta preciosa edición bilingüe traducida con José María Valverde y Leopoldo Panero, nos encontramos con lo mejor de los bardos ingleses del romanticismo, y en esta época primaveral casi de verano, a mi me entra un no-sé-qué poético muy potente. Y caigo rendido ante sus versos.



Rendido rendido...

¿Puedo reproducir alguno que me ha noqueado especialmente? 
Los primeros versos del "Himno a la belleza intelectual", de Percy B. Shelley:

"La abrumadora sombra de algún Poder no visto
entre nosotros flota, aun sin verse: visita
este variado mundo con alas tan cambiantes
como vientos de estío que van de flor en flor;
como rayo de luna tras la lluvia entre pinos,
visita con mirada inconstante, asomando
a cada corazón humano, a cada rostro;
como las armonías y matices de ocaso, 
como nubes dispersas en la luz estelar,
como recuerdo de una música que escapó,
como cuanto podría amarse por su gracia
y aún más por su misterio."



Sencillamente lo mejor de lo mejor


Es que me fascina el ritmo, y la métrica en inglés es maravillosa. Backlist lo ha hecho muy bien, bravo. Otro, este de Keats. Poor Keats:

"¡Oh Soledad! Si tengo que residir contigo,
no sea entre el montón confuso de edificios
destartalados: trepa conmigo por lo abrupto,
hacia el observatorio de la Naturaleza,
donde el arroyo en flores, con su cristal crecido, 
es sólo un trecho: déjame observar tus vigilias
bajo un dosel de ramas, donde el ciervo, brincando,
espanta a la silvestre abeja en su campánula.
Pero aunque en paz contigo seguiré estas escenas,
la conversación dulce de una mente inocente
cuyas palabras sean imágenes de ideas
refinadas complace a mi alma: y debe ser
la más alta ventura de la humanidad cuando
huyen a tu refugio dos ánimos gemelos."