lunes, 13 de agosto de 2012

"Guía literaria de Londres"


Londres huele a vapores de fábrica, a carbón y a té.

Quede dicho de antemano que yo soy un British Shorthair de pura cepa, así que mi anglofilia está demostrada genéticamente hablando. Si a eso le sumamos una pasión por la pérfida albión y en especial por la villa de Londres y sus variopintos barrios, pues un libro como el que nos ocupa estaba hecho para enamorarme. ¿Pero, cómo empezar? Lo haré casi telegráfico, va:


LO QUE NO:
Esta apreciación es estética, pero no olvidemos que un libro es estética, al menos en su cascarón. La portada es fea, también los colores utilizados, la tipografía y el diseño. ¿Se ha hecho demasiado rapido?
La selección de los textos está muy bien, pero: ¿por qué tanto texto sobre la arquitectura de la ciudad? Y, por extensión, ¿por qué tanto texto sobre edificios religiosos de la misma?
¿Por qué no hay textos de autores del siglo XX? Londres ha cambiado tanto que uno se queda anonadado de las mutaciones que semejante urbe ha sufrido -en toda la extensión de la palabra- este pasado siglo. Aquí conocemos la prehistoria de Londres, desde que fue Londinium y nadie (excepto Séneca) daba un duro por ella, hasta la ciudad cosmopolita que describen sabiamente Henry James, Natsume Soseki o Chesterton. ¿Dónde están Kingsley o Martin Amis? ¿Dónde Conan Doyle o Julian Barnes? ¿Dónde Ian McEwan o Irvine Welsh? Cierto, cierto, se dice en el prólogo que es una guía incompleta, sí. Vale, quizás es que se está trabajando en una segunda parte? Así lo espero, remiau.
Ejem, ¿qué ha pasado con las imágenes que adornan el libro? O están quemadas o están demasiado reducidas o sencillamente mal impresas. Una lástima, la verdad.
Ah,mención especial al texto de Carlos, príncipe de Gales. ¿POR QUÉ? Seamos serios, por favor. La monarquía debe desaparecer de todos los países del mundo. No más carta blanca para que reyezuelos y demás calaña tengan voy o voto.

Si William Hogarth o Gustavo Doré me hubieran dibujado...

LO QUE SÍ:
Pues los textos, evidentemente. De Washington Irving a Pepys o Boswell (su texto es deliciosamente libertino y divertido), pasando por el aburrido pero muy gráfico Antonio Ponz (demostrando una vez más que un español que viaja es un español que compara. Craso error) o el simpático Edmundo De Amicis ( gran conversación la suya con un astillero del puerto). ¡Qué magnífico fresco de Londres ofrece Dickens en menos de página y media, por dios! Y Dostoievsky y las prostitutas del Haymarket tampoco se queda corto. "Una ciudad de ladrillos y cielo lechoso", dice Théophile Gautier, y acierta de pleno. Me río con Henry James y su visión de la aristocracia y admiro la sagacidad de Jack London (apellido que le viene que ni pintado) para alcanzar a describir las cotas más lumpen de una ciudad que no  para de generar inmundicia y gente que vive en ella. Podría decir que mi fragmento seleccionado favorito es el de un tal Philip Gilbert Hamerton, a quien desconocía. Quizá su condición de inglés expatriado (así me siento yo, most of the time) le ofrezca un punto de vista muy certero. ¡Bravo, my man! Y Mark Twain sorprendiendo al vecindario, Soseki y su tristeza en Clapham o Saki y su divertido episodio del té.
Muchas ganas de volver a la patria de mi familia gatuna, a la ciudad que más me entretiene, una ciudad donde pasear se convierte en el elemento natural de cualquiera que la visite, cuyo lechoso cielo alegra la vida y la oscurece a placer, una acogedora urbe, caótica, educada, soez, sucia y limpia a la vez. Londres, I love you so much. Miau.
Edita Ático de los libros.

London, here I go!

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