martes, 21 de agosto de 2012

"Sobre la felicidad a ultranza", Ugo Cornia

¡Es míooooo, mi tesooooro!

Miau! Mal comenzaba este libro, sin engancharme, sin gustarme el tono digresivo, con 3 o 4 capítulos más bien flojos, bajo mi humilde gatuno punto de vista. Entonces la cosa comienza a arreglarse, y el disfrute es máximo ya desde ahí. Ugo Cornia ha perdido a gran parte de su familia siendo joven. Ugo, lejos de lamentarse, describe de un modo emocional -en un tono confesional que no se hace nada pesado desde ese momento- sus impresiones, sus efectos, su deriva desde entonces. ¡Bravo! Preciosos los diálogos con su tía, con su madre y con su padre, tanto cuando están vivos como estando muertos, interesantes reflexiones las que Cornia desgrana párrafo sí, párrafo no, con interludios sexuales muy italianos, ciertamente cómicos, muchas veces dulces, otras amargos. ¿En qué he pensado mientras leía esta pequeña joya del verano 2012? Pues no sé si alguien lo habrá dicho ya, pero pensaba en "Paseos con mi madre", de Javier Pérez Andújar (con quien comparte una hermosa cercanía no sentimentaloide), pensaba en un amigo a quien se le murió la abuela hace poco y escribió una despedida que aún resuena hoy en mis oídos. Pensé también en familiares que uno pierde pero nunca pierde, en personas vivas que están ya muertas sin saberlo, en el tan cacareado carpe diem, en una palabra que siempre me ha incomodado: esperanza. 

Byron, ¿dónde estás buscando la felicidad?

Y claro, en la felicidad. A ultranza o no, la felicidad es, como decía John Lennon, un arma resbaladiza ("Happiness is a warm gun", The White Album, 1968). Pensé en rituales familiares que uno decide continuar incluso sabiendo que no proporcionan ni placer ni dolor, simplemente perpetuando una voz de los genes, no sé si me explico. Pensé en la soledad como un regalo que unos buscan y otros -vivos o muertos- otorgan a otros que no la quieren. Pensé en que cuando se te muere alguien cercano eres capaz de llegar a pensar en todo lo pensable, todo, absolutamente. Tu cabeza estalla, tus neuronas se disparan, tus cavilaciones y ensoñaciones dan vueltas inexplicables. Y lloras y ríes, y recuerdas y otorgas un preciso y precioso lugar para los que ya no están contigo a un nivel físico. Y he pensado en la horrible muerte tétrica que la odiosa religión cristiana nos ha inculcado. Esa muerte rodeada de símbolos, silencio, color negro y llanto y palmaditas en el hombro y más muerte que la propia muerte. Cornia ha aprendido a vivir a base de darle vueltas a las cosas y a base de conducir en su coche adorando las curvas de la carretera y las curvas de sus ligues, esos corpóreos copilotos de andanzas. Y, en el capítulo final, el que dá título al libro, eclosiona la tesis, si es puedo llamarla así. "Estamos de paso", que decía aquél. Sí, estamos en la vida (sea lo que se eso de "la vida") para probar, para experimentar. No estamos para desear, no señor. Atención a esto, amigos, que me parece harto importante. Hay que hacer las cosas, y cito a Cornia, "sólo para ver qué pasa, sin grandes motivaciones". Y más: "(...) todos los deseos y los pensamientos, y a mi juicio también las esperanzas, son un estado penoso de la existencia". Huella profunda me deja este libro, que invita a vivir "felizmente despreocupado". ¿Un libro depresivo, desalentador? Absolutamente no. ¿Una tragedia la vida? Pues sí, claro y no también. ¿Destinos inexorables como lápidas talladas a sangre y fuego? Según cómo. Humanos que leen este blog, lean a Ugo Cornia y luego me cuentan. ¡Remiau!
Edita sabiamente Periférica.

 Así de a gusto me he quedado al terminar el libro de Ugo Cornia

No hay comentarios:

Publicar un comentario